Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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Legislatura: 1861-1862 (Cortes de 1858 a 1863)
Sesión: 28 de enero de 1862
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: n.º 47, 793 a 798
Tema: Exposición de comerciantes e industriales de Badajoz y Cáceres sobre reforma de papel sellado. Presupuestos de la Presidencia del Consejo de Ministros, capítulo 3º: Estadística

El Sr. VICEPRESIDENTE (Lafuente): Continúa la discusión del presupuesto de la Presidencia del Consejo de Ministros. (Véase el Apéndice noveno al Diario núm. 77, sesión del 2 de Enero, y Diario núm. 46, sesión del 27 de ídem.) Se halla pendiente en el capítulo 3º, Estadística, y tiene la palabra el Sr. Sagasta en contra.

El Sr. SAGASTA: Al oponerme, Sres. Diputados, al capítulo 3º del presupuesto de la Presidencia del Consejo de Ministros, debo empezar por manifestar que reconozco la importancia y la necesidad de plantear y de desarrollar la estadística de nuestro país; reconozco la importancia y la necesidad de este ramo como base de toda buena administración, siquiera no me deje llevar de la moda que parece se ha apoderado de ciertas personas en esta ocasión, como la moda se ha apoderado de otras cosas; pero precisamente porque reconozco esta importancia y siento la necesidad de este ramo, es por lo que yo quiero poner de manifiesto los vicios de que adolece la organización de esa dependencia, vicios que no solo traen consigo un aumento considerable en el presupuesto, sino lo que es peor, traen obstáculos grandes, grandes contrariedades a la marcha de este ramo, a su desarrollo, hasta tal punto que yo creo que si no hay una modificación radical en la organización de esas dependencia, gastaremos mucho dinero, pero no tendremos estadística ni buena ni mala; no tendremos ninguna.

Es imposible, señores, una organización más monstruosa en ninguna dependencia del Estado: no la conozco ni aquí, ni fuera de aquí, ni en España, ni fuera de España; y esta deformidad salta a la vista sin más que observar las partidas del presupuesto, de las cuales voy a hacerme cargo, siquiera sea ligeramente, antes de entrar en otras consideraciones.

Yo me alegro mucho de que al discutirse los presupuestos haya tan poca asistencia de Sres. Diputados, porque así al hablar podré usar de otro tono, no del tono grave que parece lleva consigo la concurrencia, sino del tono familiar, del tono, digámoslo así, de confianza. Lo único que siento es que ya que no hay concurrencia, no me sirve esto para bajar la voz, porque el hablar alto no me sienta muy bien; hace días que padezco un catarro, y me cuesta trabajo esforzarme. Pero al fin, ya que no tenga la ventaja de bajar la voz, tengo la de poder usar otro tono para dirigirme a una concurrencia tan pequeña como la que me quiere escuchar.

Decía, señores, que lo monstruoso de la organización de esa dependencia, salta a la vista sin más que observar las partidas del presupuesto. Voy a hacer unas ligerísimas observaciones acerca de las partidas, para que los Sres. Diputados se convenzan de mi aserto.

Empiezan las partidas del presupuesto pertenecientes a este ramos por la del personal de la junta general, importante la cantidad de 473.000 rs.; hay otra partida que contiene art. 2º, importante 39.000 rs., para los inspectores generales, luego hablaré de inspectores generales la totalidad 512.000 rs. Pues viene después otra partida, y es la del Material de la junta general, y esta partida es de 605.000 reales, que con otros 30.000 para material de inspectores generales, constituyen una suma de 635.000. ¿se concibe señores, que en una ofician en marcha, que en una oficina hace tiempo establecida, organizada ya hace tantos años, se gaste más en el material que lo que se gasta para el personal?

Se comprende que esto sucediera al principio de una creación; pero creada ya y en marcha, ¿cómo se comprende que una oficina gasta más en material que lo que importa el personal?

Se necesita para esto que hay un lujo, qué digo lujo, si por mucho que hubiera no se podría gastar tanto; se necesita que hay un despilfarro que no es permitido a nadie sino cuando gaste su dinero, pero de ninguna manera cuando dispone de los intereses de su país.

Por manera, señores, que sin más que hacer esta comparación, resulta desde luego la mala organización de esa dependencia en que se gasta, en lo que se llaman trabajos de oficina, quizá una mitad más en materia que en personal; esto no sucede en ninguna otra dependencia del Estado, y solamente en la dirección de obras públicas es donde necesariamente importa mucho más el material que el personal.

Voy ahora a hacerme cargo, antes de pasar delante de una observación que se hace en este presupuesto acerca de una rebaja de 2 millones relativamente al año anterior.

Parecerá a los Sres. Diputados que deben darse por satisfechos con que de un año a otro aparezca una rebaja de 2 millones en un presupuesto de 11 millones. Efectivamente se consignaban en el presupuesto del año pasado once millones y tantos mil reales, y este año se consignan nueve millones y tantos mil reales. Pues esta rebaja que aparece, no es una verdadera rebaja; porque lo que ha sucedido es que el año pasado, por esa moda. Como he dicho antes, por esa exageración, por esa ambición de estadística que tenemos, se pidió una cantidad exorbitante que no podemos gastar, que yo me alegraría mucho se pudiera gastar, porque soy amigo de la estadística, pero que no se pudo gastar, y se volvieron al Tesoro esos 2 millones, y para no encontrarse en el trance, no muy agradable por cierto, del año pasado, solo se piden esos nueve millones y tantos mil reales. Vean pues los Sres. Diputados que la rebaja que aparece, no es una verdadera rebaja.

Pero he dicho antes que la organización de la dependencia era monstruosa. Es una especie de Ministerio, en el cual hay un Ministro que podemos llamar número primero, que es el que preside la junta general de estadística que está a cargo del Presidente del Consejo de Ministros, cuyas atribuciones son nulas, casi nulas; no hay más que leer el reglamento de organización de la junta general, para convencerse de que las atribuciones que tiene el Presidente del Consejo de Ministros, como Ministro número primero en esa dependencia, son casi nulas; se compone de un artículo y dos párrafos; el uno no dice nada y el otro dice bien poco. Dice así el art. 24 del capítulo 4º: Corresponde al Presidente de la junta: [793]

Primero. La resolución definitiva de todos los asuntos sobre que deba recaer Real decreto o Real orden.

Segundo. El ejercicio de todas aquellas funciones de carácter elevado, que en el orden administrativo incumben al Gobierno de S. M.

Ahí están todas las atribuciones del Ministro número primero de esa dependencia: y no crea el Sr. Presidente del Consejo de Ministros que yo le hago un cargo por eso, no; creo que no haya ido ninguna vez a esa dependencia; y es muy posible que si no supiera la calle donde se encuentra establecida ni conociera el edificio; yo no le hago cargo por eso; creo que tiene sobrado que hacer con la Presidencia del Consejo y con el Ministerio de la Guerra; y más que con el Ministerio de la Guerra y la Presidencia del Consejo, con armonizar este descompuesto teclado que constituye la mayoría. Por manera que yo no le hago cargo; no hago más que referir un hecho; empiezo por reconocer que S.S. no puede ocuparse de eso.

Pero si el Sr. Presidente del Consejo de Ministros no hace nada, en cambio hay una especie de Ministro número 2, el vicepresidente, que es el fac totum de la junta general y para prueba de que es fac totum no hay más que leer el cap. 5.º del Reglamento: tiene todas las facultades que tiene un Ministro en el Ministerio a cuyo frente se encuentra.

Ya las facultades del Presidente estaban limitadas a un artículo con los dos párrafos que acaba de oír el Congreso; pero las del vicepresidente me parece que tienen veintitantos artículos, además del artículo con los dos párrafos que le corresponden cuando haga de presidente: es pues un Ministro absoluto de aquella dependencia; de manera que ya tenemos aquí dos Ministros, cuando en los demás Misterios no hay más que uno, y con ese sobra.

Pero no basta eso: habiendo una dependencia con dos Ministros, no bastaba que tuviera una dirección, una secretaría, no; era preciso que todo estuviese en armonía, y se estableció esa dependencia con cinco direcciones.

Pero aquí la dificultad, señores: para poner cinco direcciones, era preciso inventar nombres para ramos de tanta gravedad, de tanta importancia como eran los que habían de componer cada una de esas direcciones, cada uno de esos centros directivos; y el Congreso va a oír como no tuvo grande inventiva el que puso nombres a estas direcciones.

Nos encontramos pues con la dirección de operaciones geodésicas, la dirección de operaciones topográfico-catastrales, la dirección de operaciones censales. Ya se acabaron los nombres; pero se necesitaban eras direcciones, y era preciso llamarlas de algún modo: Va a oír el Congreso qué nombres se inventaron para esto.

Dirección de operaciones especiales. ¿Qué será una dirección de operaciones especiales? ¿Especiales de qué? ¿De trabajos especiales? Pues las direcciones anteriores los hacían. ¿Qué especialidad es esa que necesita un centro directivo?

Dirección de trabajos de oficina. ¿Qué va a dirigir esa dirección? Pues los trabajos de sus oficinas, ¿no los han de dirigir las mismas direcciones? ¿O es que se quiere que haya una dirección dedicada sólo a arreglar los expedientes y poner en orden los papeles, a llevar los registros, a expedir las comunicaciones, etc., etc.? Pues si ya hay tres direcciones, ¿a qué esta dirección para dirigir los trabajos de las oficinas?

Pero no bastaba esto, señores; era necesario más. ¿Y qué se ha creado? Una secretaría general.

Pues la secretaría general ¿qué va a hacer? ¿No hay una dirección de trabajos de oficina, como acabáis de ver, Sres. Diputados? ¿Pues qué va a hacer esta secretaría general? Cada ramo, cada centro directivo, ¿no tiene su secretario, sus oficiales, su director? ¿A qué un nuevo centro directivo, una secretaría general?

Pero no bastaba esto todavía: era necesario justificar el sin número de direcciones que se creaba, y para justificarlo era preciso inventar, desleer las palabras, emplear términos técnicos, palabras retumbantes para cada una de las direcciones creadas, y va a oír el Congreso qué designaciones se han aplicado a los ramos de cada una de las direcciones.

Primera dirección: Dirección de operaciones geodésicas: comprende los trabajos astronómicos, ídem geodésicos, ídem marítimos, y atenderá también a los trabajos meteorológicos.

¿Para quién se escribía esto? ¿Para los que no entienden estas materias? Era inútil. ¿Para los que las entienden? Era superfluo, porque estos ya saben que los trabajos geodésicos comprenden los astronómicos y de navegación, que en la geodesia entra como parte integrante una parte de la astronomía y de la navegación. ¿A qué pues explicarlo esto aquí?

Dirección de operaciones topográfico-catastrales. Abraza los trabajos parcelarios, las zonas fronterizas, las plazas de guerra, los planos de las poblaciones y la escuela de ayudantes. Pues todo esto está comprendido bajo la denominación de trabajos parcelarios. ¿A quién se le ocurre que hayan de hacerse los trabajos parcelarios sobre las zonas de la frontera, sobre nuestro límite, y no se hayan de hacer los que corresponden allí a nuestras plazas de guerra? Pues esto ya está hecho, y se hace por el Ministerio de la Guerra, y allí están esos trabajos.

Dirección de operaciones censales. Comprende el censo de población, su movimiento, el registro civil, las estadísticas especiales de objetos relativos a la población y el Nomenclator.

¿Qué es el registro civil sino el movimiento de la población? ¡Ojalá fuera lo que debe ser! Pero lo dudo mucho.

A este tenor van las demás direcciones, como por ejemplo, la de trabajos de oficinas, que comprende la riqueza territorial, ídem pecuaria, industria, consumos, comercio, anuario, medios de transporte, y estadísticas especiales de objetos que no se refieran particularmente a la población.

Todo esto, señores, en ninguna parte estarían mejor que en Fomento; y si se hace con el objeto de formar anuarios con los datos que se recogen de todas las dependencias del Estado, deben recogerse estos datos de los centros directivos, y recopilarse con exactitud, no suceda lo que con algunos anuarios publicados ya, llenos de inexactitudes; con la circunstancia de que entonces dice la dirección de estadística: " No es culpa nuestra; hemos insertado los datos que se nos han remitido." Pues para eso bastaba que cada dependencia formase sus anuarios especiales, y los pasara a la Gaceta para su publicación. ¿A qué meter ruido con eso, a qué tantas direcciones, tanto personal, tanto material, si lo que se hace con todo eso pueden hacerlo Fomento, Hacienda, Gobernación, etc., etc., como lo están haciendo sin meter tanto ruido?

Para la secretaría general, se asigna lo siguiente: Registro, cierre, franqueo de la correspondencia, archivo, biblioteca y deposito de mapas y planos, asuntos generales, inventario de instrumentos, organización de la junta general, ídem de las comisiones y secciones provinciales, colección legislativa de estadística, personal administrativa y material.

Esto, señores, me recuerda aquello de apaga la vela y vámonos.¿Qué significa valerse de tantas palabras, de tantos términos técnicos, más que crear divisiones y subdivisiones con objeto do hacer y crear direcciones y más direcciones? (Los Sres. Madoz y Saavedra Meneses piden la palabra en pro, y el Sr. Belda en contra.) [794]

¿Y para qué?¿Para qué hay allí cinco direcciones? Para tener cinco directores. No importa que no despachen; no importa que no tengan ni oficina; no importa que algunos de ello; no asistan; no importa que cuando asistan sea muy de tarde en tarde y por pocos momentos: lo que importa es que cobren un sueldo. Tienen unos 40.000 rs.; otros 20.000; no sé por qué esa diferencia. Si son directores, ¿qué dirigen? Si tienen categoría de tales directores, no se por qué han de tener unos 40 y otros 20.000 rs. Pero la verdad es que unos tienen 40 y otros 20.000 rs. Espero que un individuo de la comisión o del Gobierno tendrá la bondad de explicarme el por qué de esta diferencia; si dirigen lo mismo, ¿por qué unos tienen 40.000 rs. y otros 20?Y eso que cobran lo mismo los que perciben 40 que los que perciben 20, no debían cobrarlo. ¿Por qué lo cobran? El decreto de su nombramiento no hablaba nada de eso; después tampoco se ha dicho nada: ¿por qué lo cobran? Resulta sin embargo que cobran algunos individuos en estadística dos sueldos, y dos que cobran fuera, cuatro; y sin embargo de cobrar cuatro sueldos prestan, al firmar las nóminas, el juramento que va a oír el Congreso. Hay algunos que cobran tres y cuatro sueldos, y sin embargo dicen al firmar la nómina: " declaro bajo mi responsabilidad no percibir otra cantidad de gastos generales del Estado ni provinciales, más que el sueldo señalado en esta nómina."

Esto dicen los que cobran sueldos por dos lados. Y hay empleados de esa dependencia, que además del sueldo que cobran por fuera, cobran un sueldo como sobresueldo en la estadística; se le llama así, y después cobran otro sueldo que se llama gratificación de gabinete: total, tres sueldos. Pues bien: ¿son necesarias estas direcciones? ¿son necesarios estos directores? Enhorabuena; si lo son, nómbrense; pero escójanse entre los hombres capaces. No digo que los que están al frente de esas direcciones no sean capaces; todas son personas de gran consideración y respeto, porque son personas de ciencia; pero escójanse esas personas capaces que no desempeñen otros destinos, porque están desempeñando destinos importantes en otra parte, y en una u otra parte tienen que dejar de desempeñarle bien; en una y otra parte querrán cumplir; de donde resulta que no desempeñarán bien ni uno ni otro destino; pero en cambio cobras por los dos: Hay director de estos que tiene tres destinos, y tres destinos importantes, que cada uno de ellos sería bastante para absorber la atención del hombre más activo y celoso, y sin embargo desempeñan los tres; el cómo, lo dejo a la consideración del Congreso; peso sin embargo, por los tres tiene sueldo. Esto no puede ser, esto no debe ser.

Es necesario, si se necesitan esos directores, que se nombren, pero que sean personas capaces, que no se dediquen a otra cosa, porque eso no puede producir más que un mal para el servicio. La verdad es, señores, que estas direcciones no tienen más importancia que los negociados de obras públicas o de otro cualquier ramo.

La verdad es que pudieran suprimirse y reemplazarlas, por negociados que fueran dependientes de un centro único; de una dirección. ¿Se quiere dar importancia a la estadística? Enhorabuena; que se constituya una dirección única como la de Ultramar, y que la presida el Sr. Presidente del Consejo de Ministros; yo no me opongo a eso. Pero en mi opinión, lo más acertado, lo que traería grandes economías al Estado y prestaría un buen servicio, sería que esa dirección fuese una de las direcciones del Ministerio de Fomento. Allí es donde corresponde; allí es donde debe de estar, no digo yo en cinco negociados en reemplazo de las cinco direcciones, sino en tantos como se consideren necesarios, armonizándolos todos bajo una dirección general que deberían ir al Ministerio de Fomento. Y no se diga que tiene más importancia porque vaya a estar bajo la presidencia del Sr. Presidente del Consejo de Ministros, porque estará mejor servida allí donde esté mandada por una persona especial que pueda entregarse a esos estudios, cosa que no puede de ninguna manera hacer un Presidente del Consejo de Ministros, que bastante tiene con dirigir la política general del Gobierno, que es su principal misión.

Por consiguiente, yo creo, señores, que esta dependencia debe ir a Fomento; que allí, con un director y con los negociados necesarios, satisfacía mucho mejor todas las condiciones que tiene que satisfacer, en vez de constituir un centro aislado, un centro independiente, un centro hasta irresponsable, dirigido por un vicepresidente, porque tal como las direcciones están organizadas, se puede decir que están dirigidas al capricho del vicepresidente, resguardado su centro por una junta general, cuyo carácter y posición, de sus individuos no permite a la junta hacer ciertas reformas, a pesar que tampoco tiene atribución para hacerlo: yo de ninguna manera me opongo a la organización de esa Junta; antes al contrario aplaudo su organización en la parte que tiene consultiva, porque a ella pueden ir los hombres celosos e inteligentes que hay hoy, pero que no se puede considerar más que las cuestiones en globo, porque no las puede discutir en detalle ni conocer las minuciosidades de la dependencia: eso no debe pertenecer a la junta consultiva, o sea la junta general de estadística. Por consiguiente, lo junta no ha podido hacer más que lo que hace; su situación no le permite hacer otra cosa, porque hay individuos que no asisten nunca, y hay otros que no piensan asistir en adelante.

Pues bien: ese centro aislado, independiente, hasta cierto punto irresponsable, luchando con el capricho del vicepresidente por un lado, y por otro sin que pueda sentirse allí otra influencia por la imposibilidad en que está de ejercerla el Presidente del Consejo de Ministros, que es el jefe nato de esa dirección, colocado en el Ministerio de Fomento, no resultaría lo que ahora resulta; se economizaría grandemente, porque se economizaría en el archivo, en la biblioteca, en los empleados subalternos, en la renta de la casa, en los gastos de instalación, y en otra porción de cosas.

Yo estoy seguro que si el Sr. Presidente del Consejo de Ministros pudiera descender a los detalles de esa dependencia, no pasaría lo que pasa, porque tendría buen cuidado de llevar a esa dependencia en su economía, en los detalles de su organización interior, el orden que yo reconozco en el presupuesto de la Guerra; pero el presupuesto de la Guerra puede acudir, puede descender sin que en lo que he dicho haga cargos a S.S. porque no sepa lo que pasa en las dependencias de estadística y porque no vaya por allí, porque ya comprendo que es imposible que S.S. vaya.

Así, señores, en esa especie de irresponsabilidad, en esa especie de independencia con que obra ese ramo de la administración, se nota una cosa muy singular: cuando se instaló, se instaló modestamente y fue a ocupar una habitación en la calle de Alcalá que costaba 18.000 rs. anuales: al poco tiempo ya ocupó otra que rentaba 3.000 duros. Se quejó la opinión de que éste era un gasto muy excesivo; y para satisfacer a la opinión pública se trasladó a una casa que le cuesta 7.000 duros, al palacio de Dona María Cristina; y aparte de ese coste hay que añadir lo que cueste de arreglar ese palacio para las comodidades del servicio. No ha querido esa dependencia ser menos que un Ministerio; ha querido también tener su palacio, y a este paso no sé adónde se ha de ir a parar. Si habiendo vivido en una modesta [795] casa de 18.000 rs. y al poco tiempo ocupa un palacio de 7.000 duros, dentro de poco tiempo no se contentará con llegar hasta el Palacio Real.

Esto relativamente a lo que pasa dentro del centro directivo. Pues salgamos fuera:¿y qué tenemos? Que inmensas sumas se han gastado en trabajos hidrológicos, en trabajos meteorológicos, en trabajos forestales y geológicos. ¿Hay algo más? Nada. Pues sin embargo se ha gastado mucho dinero, y puedo asegurar que ahora no hay nada de provecho. ¿Y qué se piensa hacer de esos trabajos topográfico-catastrales y parcelarios? Me parece que hace cinco o seis años que se estableció la junta general de estadística y hasta ahora no se ha decidido el sistema que se ha de seguir para ir haciendo la estadística territorial; todavía no se ha decidido por qué sistema parcelario se ha de seguir; si se ha de seguir éste o de otro sistema. Cuidado, señores, ya que vamos detrás de otras naciones que están más adelantadas que nosotros, debíamos procurar introducir sus ventajas y evitar sus inconvenientes. Para ensayos se ha gastado mucho tiempo y mucho dinero.

Pues bien: la organización de la estadística en las provincias corre parejas con la del centro. En cada provincia hay dos o tres empleados, cuando más dos o tres empleados, que como están independientes de los demás ramos de la administración, se consideran aislados, y como mirados por los demás empleados como una especie de superfetación, y por el aislamiento en que se encuentran resulta que cuando los trabajos se acumulen pueden dar abasto, y lo hacen mal y sale mal el servicio: por el contrario en muchas ocasiones no tienen nada que hacer esos empleados: provincias hay que no tienen más que dos, un oficial y un auxiliar. Si esos empleados estuviesen unidos según mi sistema, como yo creo que deben estarlo, a las secciones de Fomento, entonces cuando no tienen que hacer podrían ayudar a los trabajos de los empleados de Fomento en otras cosas, y estos ayudar a su vez a los empleados de estadística. De esta manera se ahorraría material como empleados subalternos y alquileres y el servicio marcharía mejor; al mismo tiempo el trabajo sería constante, y no como ahora que el trabajo en unos meses es mucho y en otros meses es nada.

Pero a estas secciones provinciales hay que agregar unos inspectores provinciales que se Ilaman también generales, que vienen a formar parte de la comisión provincial. Estos inspectores provinciales son militares; se acordó en un principio que fueran militares, aunque después se han ido introduciendo algunos empleados del orden civil, sin embargo de que este servicio estaba destinado a los militares; y ¡cosa particular! siendo esto un empleo que no es de grande consideración ni de gran sueldo, está desempeñado en algunas, provincias por ex-gobernadores: ¿qué tendrá este destino cuando lo pretenden personas de esta clase? Pues no tiene nada de particular, pues alguno que deja de ser gobernador tiene amigos, les habla, les dice: " hombre, yo he dejado de ser empleado y sólo me falta un año dos para tener cesantía; si yo me colocara en algo, podría ganar este tiempo, y de esa manera haría mi carrera. ¿Quiere V. nombrarme para esto? Corriente: pues a la olla del presupuesto;" y le hacen inspector de una provincia en la que nada inspecciona, pero que así saca una cesantía que de otra manera no tendría.

Hay también algunos que tienen cesantía; que dejan de ser empleados y cobran sin cesantía, y dicen: así yo sirviera algún tiempo más; tendría el máximum; pues vamos a ver si me colocan en cualquiera de estas dependencias, y de esta manera dentro de algunos años cobraré una cesantía de una tercera parte mayor o mitad mayor que antes.

Esta es la verdad de lo que pasa y lo cierto es que así no se cumple con el servicio público; de esta manera no se puede hacer estadística. ¿Y qué resulta de esto, señores? Que hasta la distribución de los inspectores en las provincias es viciosa, es absurda; porque de 150 inspectores que hay a fin de que correspondan a tres por provincia, se arregla de tal manera, que hay provincias en que hay muchos más, y hay otras en las cuales no hay ninguno, y esto no creo que lo sepa el Sr. Presidente del Consejo de Ministros. Para el servicio de Madrid ¿cuántos hay? Hay 12 o 14, y en las provincias limítrofes, aquellas que están cerca de Madrid, como Guadalajara, Segovia, Albacete y Toledo, en esas hay cuatro o seis, porque claro está que al dar una inspección, los pretendientes prefieren siempre estar en Madrid o sus cercanías. Por eso hay tantos en Madrid y las provincias limítrofes, y tan pocos en las provincias distantes de Madrid. Yo me alegro que estas plazas de inspectores se den a los oficiales de reemplazo; pero me alegraría más de que a los oficiales de reemplazo se les diera un servicio más conforme con su institución, porque generalmente sus hábitos y sus estudios no son conformes con el género de estudios que se requieren para inspectores de estadística. Yo digo la verdad; yo daría estas plazas a los oficiales de reemplazo; pero esto sería hasta que tuviese medio de colocarlos en su carrera, y entonces les diría:"ahí tiene V. el sueldo que le había de dar en estadística" y nombraría gente más a propósito por sus estudios y por sus hábitos para esta clase de trabajos, y en definitiva sería más barato el servicio. Un oficial de reemplazo que tiene ya cierta edad no se acomoda a ciertas cosas.

Yo bien comprendo que la administración en eso quiso combinar dos cosas, y dijo: voy a ver si me sirven, y a darles un sueldo. Pero yo creo que en último resultado ni la comisión ni el Gobierno han obtenido ninguna de estas dos cosas. Yo me alegro de que el Gobierno trate de atender a esa clase que es muy digna; pero el Gobierno tendrá otras ocupaciones en que emplearles que sean más propias de su instituto. Después este propósito se ha llevado hasta el abuso extendiéndolo a empleados del orden civil; que decían: mándeme V. allí; yo no sé nada de estadística; pero en ese destino cumpliré cierto numero de años que me faltan para mi jubilación o cesantía. Por lo demás, los trabajos que producen estas inspecciones generales de las provincias son insignificantes. Yo desearía, si algún individuo conoce bien esto, que yo conozco algo, que me dijese con lealtad si corresponde el resultado que han dado estas inspecciones generales a los gastos que han tenido en 1.861; porque entre sobresueldos, dietas, viajes, gastos de visita y otros, se han gastado próximamente en el año pasado 4 o 5 millones. Yo desearía se me dijese con lealtad y franqueza si valen 4 o 5 millones los trabajos que han presentado esas inspecciones.

Por consiguiente lo único que hasta ahora puede hacerse es el censo, el nomenclátor, del cual se ha hecho un ensayo, y sobre cuya base se va a hacer otro en grande y el anuario, prescindiendo ya de los trabajos geográficos y de otra índole que se habían hecho. El censo y el nomenclátor vienen a constituir la estadística en lo relativo a la población, que es la estadística que ahora se puede hacer, y que se puede hacer pronto y bien. El censo es una operación que no hay necesidad de hacerla todos los años, sino que basta que salga cada cinco o seis años.

El nomenclátor, que se refiere a la manera de ser las poblaciones, ese no tiene la movilidad que el censo: por consiguiente no hay necesidad de volverle a hacer sino después de veinte, treinta o cuarenta años, según las circunstancias del país, según su prosperidad, y según los [796] progresos que haga. Por último, el anuario no hay dificultad alguna en su confección si hay orden en las dependencias de la administración, y hecho ya en un año, en los demás se va llevando de la misma manera. Pues bien: en ninguno de estos trabajos se necesita de un servicio constante: así que, cuando haya necesidad de hacer el nomenclátor, se necesitará el trabajo de muchas personas; pero después de hecho ya no hay necesidad en mucho tiempo de ese personal: lo mismo sucede con el censo. Por manera que los trabajos de la estadística en lo relativo a la población no son constantes y no exigen por tanto un mismo personal, un personal siempre uniforme, porque sucedería entonces que en unas épocas tendría que trabajar mucho, y en otras no haría nada. Véase por qué es peligroso hacer independientes estos ramos de la administración, en vez de agregarlos a otros para que puedan prestarse mutuo apoyo, y con las alternativas de trabajos resultar un trabajo constante.

Viene después la otra parte de la estadística, que es la más grave y difícil, a saber, la estadística que se refiere a la riqueza territorial. Para ésta hay varios sistemas; adopte el que quiera esa junta general, ese centro directivo, ese Ministerio, porque no sé cómo llamarle. ¿Lo ha adoptado? Mejor: ya tenemos eso adelantado; algo hemos hecho. Pues bien: siga adelante con ese sistema; pero no pretenda salirse de él para otros trabajos, porque a lo que ha de concretarse hoy es a la estadística relativa a la población, es decir, al censo y al nomenclátor, después a la estadística territorial, un mapa geográfico y forestal, y no más. Eso de pretender alcanzar una estadística de la producción, otra estadística de la riqueza pecuaria, otra estadística itineraria, eso es no hacer nada. ¡Estadística itineraria! ¿Cómo la ha de hacer mejor la junta estadística que la que hace y está haciendo el Ministerio de Fomento?¿Para qué quiere la junta general meterse en la estadística itineraria si se la dan hecha?

Estadística de la producción. ¿Qué ha conseguido la junta general de estadística con pretender hacer una estadística de la producción? Dos años ha estado esta junta pidiendo datos de la producción a los pueblos. Que me digan si de esos datos puede sacarse algo después de haberse invertido en reunirlos dos años, y después de haber cansado a los pueblos, que ya se resisten a contestar, primero, porque no quieren dar esos datos, y segundo, porque no pueden darlos.

Desde 1.858 a 1.860 han estado pidiendo datos para hacer la estadística de la producción: estos datos habrán llevado consigo muchos gastos y habrán consumido muchas resmas de panel, pero el resultado será cero. Dígaseme sino cual es el resultado que se ha obtenido después de tanto incomodar a los pueblos pidiéndoles datos de producción y de la riqueza pecuaria; y esto que hay productores que no lo saben, y que aunque lo sepan no quieren contestar, porque suponen que el vecino no ha de dar la verdad, y por consiguiente ellos tampoco la quieren decir. De modo que se pierde tiempo y dinero en pretender reunir datos. No hagamos pues más que lo que podemos hacer y no nos metamos en dibujos, que no nos darían otro resultado que el de añadir más ruedas a la máquina gubernativa, hacerla más complicada, y detenerla en su marcha. Contentémonos pues con perfeccionar la estadística relativa a la población, llevar adelante la estadística territorial y añadir a esto la carta geográfica y la carta forestal. Por ahora contentémonos con esto; que andando el tiempo y con la ayuda de Dios, haremos otra cosa, si es posible.

Y todo esto en mi opinión podía hacerse en un centro directivo dependiente del Ministerio de Fomento, que es el que reúne los elementos facultativos que más se necesitan para estos trabajos, y no se tropezaría a cada paso con obstáculos y dificultades insuperables. Porque hay que advertir, señores, que los elementos facultativos del Ministerio de Fomento que tienen que pasar a esa junta, van siempre de mala gana.

Los ingenieros, por ejemplo, naturalmente no quieren dejar el Ministro de Fomento para pasar a una junta que está organizada de ese modo: y téngase en cuenta, señores, que lo primero que se necesita para hacer las cosas bien es querer hacerlas.

Sucede pues con frecuencia que no sólo estas personas, sino el mismo Ministerio de Fomento se resiste a mandar funcionarios facultativos que necesitan para sus trabajos, y cuando se ve en la precisión de mandarlos, no manda seguramente los mejores.

Según el presupuesto, importa cerca de 10 millones lo que se va a gastar en estadística; pero es necesario que adviertan los Sres. Diputados que se está gastando doble cantidad.

Los 10 millones que se fijan en el presupuesto, deben considerarse como 20, porque los empleados de la junta de estadística, además del sobresueldo o gratificación que disfrutan por ésta, cobran otros sueldos por sus respectivos Ministerios. Y no se diga que esto no importa, porque al fin produce economía. Esto no es verdad, porque la economía que se obtiene es a costa del buen servicio. Los empleados que se ocupan de la estadística, no pueden dedicarse a otra cosa. Ingenieros hay que están en la estadística y hacen mucha falta en el ejercicio de su verdadero instituto. Por consiguiente no es economía; es un gasto real y efectivo.

Así, señores, aun cuando la cifra sólo ascienda a 10.000. 000, puede figurar como 20. La verdad es, señores, que la junta de estadística podrá hacer algo; pero mucho más se adelantaría con los medios que yo propongo, y que se cifran en marchar con prudencia, en no dejarse arrastrar por la pasión en no tener lo que yo llamo ambición de estadística, sino hacer lo que buenamente se pueda hacer. De esta manera se gastarían 8 o 10 millones todos los años; y se haría algo. Tal como está organizada esa junta y esos trabajos; lo probable es que no se haga nada.

Por lo demás; antes de concluir debo hacer presente al Congreso que no me ha extrañado que mi amigo el Sr. Madoz se haya levantado a pedir la palabra al oírme hablar de la junta de Estadística. Ya me lo presumía: ya contaba yo con el celo del Sr. Madoz por salir a la defensa de esa corporación a la que pertenece. Yo debo ante todo advertir que ni S.S. ni otros señores que componen la junta tienen nada que ver con lo que he dicho, ni son responsables de que se haya dado a la junta de estadística la organización especial que tiene.

Pero sea de esto lo que se quiera, S.S. hace bien en salir a su defensa. Eso entra en el carácter de S.S.; eso le honra, porque es digno y noble y no había de abandonar a una junta a cuyos trabajos ha contribuido; y al decir esto me refiero al sistema en general, no a esos abusos de sueldos y gratificaciones injustificadas, porque el Sr. Madoz no ha sido llamado a resolver estas cuestiones; las que S.S. ha sido llamado a resolver las ha resuelto bien. Siento hacer este elogio del Sr. Madoz, porque como somos amigos, se creerá que es apasionado; peso no tengo inconveniente en hacerlo, porque todos reconocen el extraordinario celo, la gran actividad y la mucha inteligencia con que S.S. se dedica siempre a estos trabajos, y se dedica como debe dedicarse a un buen patricio, sin sueldo, no como hacen otros; igual conducta que el Sr. Madoz ha seguido un compañero [797] suyo, el Sr. Caballero, que fue nombrado director de una de esas secciones con el sueldo de 40.000 rs. que renunció desde luego. Me he permitido hacer esta advertencia respecto del Sr. Madoz; porque aquí, como al momento que hay algo entre nosotros se supone que estamos en disidencia, me he anticipado a desvanecer esta suposición para que se sepa que si la hay, consiste en que el Sr. Madoz en su caballerosidad, en su nobleza y en su lealtad, creerá indispensable decir algo en favor de esa corporación, a pesar de que ninguna parte ha podido tener en los abusos que he denunciado.

Concluyo pues, señores, manifestando, que espero que el Sr. Presidente del Consejo de Ministros, que quizá ignoraría algo de lo que he dicho, procurará poner remedio a estos abusos y corregir esta organización, que si hay no da lugar a ellos, los puede traer mañana, ocasionando un gasto innecesario al Estado, y lo que es peor, un inconveniente para conseguir lo mismo que se quiere. Si el Sr. Presidente del Consejo quiere que tengamos estadística y que adelante esta clase de trabajos, yo le ruego que haga, si no lo que propongo porque le parezca malo, otra cosa que siempre será mejor que lo que existe, y de esta manera habremos hecho algo, se ahorrarán gastos superfluos; y tendremos algún día estadística; porque repito, señores que la junta, tal como está organizada, es una especie de río que se llevará todo el dinero que allí entre, sin producir el resultado que todos apeteceríamos.



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